Todos llevamos un niño dentro de nosotros. La energía del niño interior nos conecta con nuestra esencia más profunda y auténtica.

Desde que nacemos estamos vinculados a nuestro árbol genealógico. Estamos unidos, no solamente por lazos de sangre, sino también por lazos energéticos llenos de información. Esta se transmite genéticamente a través del ADN. Nos llegan tanto las características físicas como los patrones generales que han regido a nuestro clan.

El niño desde que nace siente una fidelidad a su árbol. Necesita pertenecer a él. Sin el grupo no podría sobrevivir. De forma inconsciente es fiel a todas las reglas implícitas que rigen en la familia. De esta forma se siente incluido y querido.

La relación y vínculo establecido con sus progenitores en los primeros años de vida son cruciales. La calidad de las mismas va a generar una seguridad o inseguridad básica que de adulto va a persistir y se va a reflejar en la forma en que uno se relaciona con los otros. Es en este primer vínculo cuando el niño sufre la primera herida de vida.

Las heridas de la infancia

Según Lisa Bourbeau (La Sanación de las 5 heridas), hay cinco heridas básicas en la infancia:

  1. Herida de rechazo: Esta herida se desarrolla en la etapa que va desde la concepción hasta el año de vida y se da porque el niño se ha sentido rechazado por el progenitor del mismo sexo; cree que no tiene derecho a existir.
  2. Herida de abandono: El niño que entre el primer año y los tres años no se ha sentido apoyado por el progenitor del sexo opuesto experimentando un amor interrumpido por falta de afecto o haber recibido cariño frío o distinto al que esperaba, tiene esta herida.
  3. Herida de humillación:  Esta herida puede haberse vivido en la infancia entre el primer año y los tres años con uno de los padres o los dos, aquel o aquellos que se ocupaban de su desarrollo físico y sexual y reprimieron toda clase de placer físico.
  4. Herida de traición: El niño que entre los dos y los cuatro años de edad ha experimentado con el padre del sexo opuesto una falta de atención, se siente traicionado o manipulado en su conexión amor-sexualidad, perdiendo la confianza en este padre después de promesas no cumplidas, mentira o señales de debilidad.
  5. Herida de injusticia: Entre los cuatro y seis años de edad si el niño sufre frialdad por parte del padre del mismo sexo, límites y exigencias de perfeccionismo, no sabrá expresarse con este padre bloqueando la expresión de su individualidad.

El impacto de las heridas infantiles en las relaciones adultas: Mecanismo de defensa y patrones de comportamiento.

Esta herida infantil aparece de adultos cada vez que al relacionarnos con alguien nos recuerda, inconscientemente, esa forma de trato recibido en la infancia. Nuestro Ser personal o Ego despliega constantemente sus mecanismos de defensa para que no sintamos la herida. Según cada tipo de herida, serían:

  1. Herida de rechazo: el huidizo.
  2. Herida de abandono: el dependiente.
  3. Herida de humillación: el masoquista.
  4. Herida de traición: el controlador.
  5. Herida de injusticia: el rígido.

Reconectando con nuestros talentos innatos: Desarrollando nuestro don de vida.

A la vez, el niño posee los talentos que le van a permitir desarrollar su don de vida. El don es una cualidad del Ser Esencial o alma. Nos ayuda a desarrollar nuestro propósito de vida. Los talentos innatos nos permiten desarrollar correctamente esas habilidades que nos van a ayudar a expresar nuestro don. Cuando estamos en conexión profunda con nuestro Ser Esencial, a través del niño podemos dar forma a todos nuestros dones con alegría, creatividad, amor, inocencia, pureza, juego, espontaneidad. El niño nos ayuda a estar conectados de forma natural a la chispa de la vida.

En la edad adulta tendemos a desconectarnos de nuestro niño interior dejando de lado nuestra parte más lúdica, intuitiva y espontánea. Es necesario volver a conectar con la energía del niño interior para desarrollarnos de forma plena y con nuestro máximo potencial.

Te animo a que visualices el vídeo Diálogos con el niño interior. Te ayudará a hacer esta conexión natural con tu propia esencia y energía de vida, recuperando la alegría y el propio potencial interior.